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Un cuento sobre el emperador Hadriano

6 de marzo de 2015- Sofía Torallas Tovar, Alba de Frutos

 

El códice misceláneo conserva una obra literaria de la que hasta ahora no se tenía noticia. La obra se articula en torno a varios episodios que tienen como principales protagonistas la filantropía exhibida por el emperador Hadriano (117-138 d.C.)de un lado, y de otro, su némesis encarnada en un siniestro personaje de nombre Reccio Varo.

 La historia da comienzo con un turbio episodio que enfrentó al joven Hadriano con éste último: cuando éste acusó al futuro emperador de ser un envenenador. La acusación no pudo ser probada en los tribunales y, en consecuencia, las posesiones de Recio Varo fueron conquistadas y él mismo enviado en exilio a la isla Lycaonia. Años después, cuando Hadriano fue nombrado emperador, solicitó del Senado el permiso para viajar por el mundo y sus pasos le llevaron a dicha isla, donde se encontró con un irreconocible Varo. Éste, haciendo gala de su insolencia, afeó al emperador el no haberle recordado. Sin embargo, el emperador -con su característica grandeza de ánimo- se compadece de él y le restablece su orden curial así como sus posesiones. La historia da un salto y nos sitúa en la llegada de Hadriano a Colonia, donde es recibido con grandes agasajos por parte de sus habitantes. Como respuesta a tan espléndido recibimiento, Hadriano les ofrece dos dádivas. Un princeps, de nombre Amantino Secundino, le pide la condonación de un pesado tributo impuesto por Vespasiano y el envío de alguien de rango consular que actúe como intermedio de los ciudadanos y el emperador. Una vez de vuelta en Roma y tras solicitar permiso del senado, Hadriano envía a Colonia a Varo. A su llegada, acusa al emperador de ser un demente y, como primera medida, declara nula la remisión fiscal establecida por Hadriano.

 

En este punto del relato el perezoso escriba detiene la copia, de modo que no podemos saber cómo acaba la historia. Aunque en general, el nivel literario de la obra es muy pobre, el cuento sobre Hadriano es un testimonio muy rico sobre la recepción de la literatura grecolatina en el Egipto cristiano. En él, algunos (pocos) hechos históricos y lugares comunes de la literatura clásica y cristiana se entremezclan dando lugar a un producto muy peculiar empleado con fines escolares.  Como señalan los editores, uno de los episodios narrados, el encuentro entre Hadriano y Varo en la isla Lycaonia, toma su forma de las clásicas escenas de anagnórisis, en las que uno de los personajes, con una apariencia muy distinta a la habitual, no es reconocido por el otro.  Por otro lado, el aspecto físico de Varo y su actitud en dicha escena nos evoca a la de los filósofos cínicos, a menudo retratados por las fuentes clásicas como seres barbados y de pelo descuidado, caracterizados por su inoportunidad y arrogancia. La elección del lugar donde esta escena tiene lugar -apuntan los editores- no es gratuita. La isla Lycaonia podría corresponderse con la isla Tiberina, lugar de ostracismo según la jurisprudencia romana y escenario de numerosos martirios según la hagiografía cristiana. En el imaginario colectivo de los cristianos de Egipto, este escenario sin duda habría tenido unas connotaciones muy marcadas como lugar de extremo sufrimiento.

 

El texto de Montserrat, aunque sui generis, es una copia del s.IV sobre un original de en torno al s.II d.C. Esta hipótesis se basa en se basa en la existencia de otros textos paralelos de tipo escolar que tienen como personaje central al emperador Hadriano. Se trata de las Sentencias de Hadriano y de la vida del filósofo Segundo, que se encuentra también con este emperador. En estos textos se resaltan características del emperador, también destacadas en el texto de Montserrat: fundamentalmente su generosidad y su ecuanimidad.

 

 

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Juan Gil - Sofía Torallas Tovar, HADRIANVS. P. Monts. Roca III, Orientalia Montserratensia, Barcelona: 2010

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